La alimentación es un proceso que nos acompaña a lo largo de la vida, a través del cual obtenemos los nutrientes y la energía que permiten cubrir los requerimientos del organismo y se convierte en un elemento clave para mantener un buen estado de salud y prevenir enfermedades. Una alimentación saludable se define como aquella que es satisfactoria, suficiente, completa, equilibrada, armónica, segura, adaptada al comensal y al entorno, sostenible y asequible.
Para ayudarnos a incorporarla a nuestra vida cotidiana, disponemos de tres herramientas basadas en los conocimientos científicos más actuales sobre nutrición:, la guía alimentaria “Pequeños cambios para comer mejor”, que identifica pequeñas modificaciones para mejorar la calidad y la sostenibilidad de nuestra alimentación, la pirámide de la alimentación saludable, que nos indica la frecuencia recomendada de consumo de los distintos grupos de alimentos y un amplio abanico de propuestas para cocinar recetas sabrosas y saludables.
Aunque existen muchas propuestas saludables, una de las más conocidas en nuestro entorno es la dieta mediterránea, que se basa en el consumo mayoritario de alimentos de origen vegetal, frescos y mínimamente procesados, como las frutas y las hortalizas, las legumbres, los frutos secos, los cereales y derivados como el pan, la pasta y el arroz, y el aceite de oliva virgen. La dieta mediterránea es también un patrón dietético respetuoso con el entorno, y promueve la utilización de alimentos de temporada y proximidad.
Al mismo tiempo, comida sana también es comida segura, por lo que es fundamental seguir las normas de higiene durante la preparación y conservación de los alimentos que consumimos.
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